CAPITULO 5: Manos a la obra


Un día temprano, el pintor entró en su estudio y notó algo especial. Era familiar pero diferente.Luminoso y resplandeciente. Vio la repisa llena de todos los objetos que había pintado, pero esta vez dispuestos de una manera armónica y equilibrada. Pensó en que así era como los quería ver siempre: juntos y con el esplendor en que años atrás habían formado parte de sus bodegones. Sintió el peligro del cambio, el riesgo de que algún día el jarrón se rompiera, o la botella azul, o el ramo de flores secas se marchitara definitivamente. Con cierta angustia reaccionó dispuesto a plasmar aquel conjunto de objetos tan queridos para él. Y en un trozo de pared de su estudio empezó a pintar aquel bodegón tan querido.


Le pareció tan perfecta la disposición de los objetos en la repisa que por miedo a que alguien cambiara alguna cosa de lugar, escribió en un papel la frase “ NO TOCAR”,  y la pegó al borde de esta.


Aquel mismo d
ía empezó a pintar en la pared. Uno a uno fue plasmando con precisión, observación y paciencia cada detalle, cada característica, cada color, de aquellos objetos tan valorados por él.






Una vez planteados todos los objetos, llegó el momento de los detalles: sugerir las texturas, encontrar los reflejos, los brillos, los contrastes.









Cuando ya había pintado todos los objetos decidió añadir un toque clásico a su estantería. La Venus de Milo estaba allí esperando a que la dibujara.

Y en el "papel" que había pintado en la pared. comenzó a dibujarla:



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