CAPITULO 5: Manos a la obra


Un día temprano, el pintor entró en su estudio y notó algo especial. Era familiar pero diferente.Luminoso y resplandeciente. Vio la repisa llena de todos los objetos que había pintado, pero esta vez dispuestos de una manera armónica y equilibrada. Pensó en que así era como los quería ver siempre: juntos y con el esplendor en que años atrás habían formado parte de sus bodegones. Sintió el peligro del cambio, el riesgo de que algún día el jarrón se rompiera, o la botella azul, o el ramo de flores secas se marchitara definitivamente. Con cierta angustia reaccionó dispuesto a plasmar aquel conjunto de objetos tan queridos para él. Y en un trozo de pared de su estudio empezó a pintar aquel bodegón tan querido.


Le pareció tan perfecta la disposición de los objetos en la repisa que por miedo a que alguien cambiara alguna cosa de lugar, escribió en un papel la frase “ NO TOCAR”,  y la pegó al borde de esta.


Aquel mismo d
ía empezó a pintar en la pared. Uno a uno fue plasmando con precisión, observación y paciencia cada detalle, cada característica, cada color, de aquellos objetos tan valorados por él.






Una vez planteados todos los objetos, llegó el momento de los detalles: sugerir las texturas, encontrar los reflejos, los brillos, los contrastes.









Cuando ya había pintado todos los objetos decidió añadir un toque clásico a su estantería. La Venus de Milo estaba allí esperando a que la dibujara.

Y en el "papel" que había pintado en la pared. comenzó a dibujarla:



CAPITULO 4: Todos los objetos

Uno a uno continuó dibujando y pintando hasta 15 objetos que fué encontrando.









A medida que los pintaba los iba dejando cuidadosamente en una repisa del estudio.







Luego puso todos los bocetos en el suelo para observar la visión de sus pequeños tesoros.

CAPITULO 3: Mimando a los objetos 2

Una vez recordando a Morandi, pintó de azul una botella. La incluyó en un bodegón de tonos fríos que tuvo mucho éxito. Al dibujarla y pintarla de nuevo la botella pareció recobrar su esplendor por un instante, y brilló con una celeste luminosidad.

 
Una manzana de plástico estaba escondida entre otros objetos vulgares del estudio. No estaba orgullosa de su condición artificial, pero más de una vez ayudó a acabar cuadros que necesitaban mucho tiempo de elaboración. No era real, pero al menos no se deterioraba con el paso de los días. El pintor la cogió en su mano, le limpió el polvo y empezó a pintarla. La manzana lo agradeció dejando relucir con fuerza todo su hermoso color.



Había veces en las que se iba la luz. Esto pasaba en un antiguo estudio que el pintor tuvo en un modesto lugar. Entonces había que encender una vela. Y allí estaba la palmatoria de cristal, dispuesta a colaborar. Gracias le decía el pintor, mientras la dibujaba, a la vez que ella reflejaba la luz, brillando sin parar.



 Los anticuarios guardan hermosos tesoros. El sifón aún tenía un sitio de privilegio entre todos los objetos. Y aunque hacía tiempo que el pintor lo tenía olvidado, el sólido cristal de su cuerpo, y su bonita forma le encantaban. Lo pintó con deleite, creyendo oir el sonido inequívoco de una bebida gaseosa.



Un improvisado jarrón. Una bonita botella verde, redonda y de largo cuello. Y un ramito de flores secas. Una hermosa casualidad crea a veces algo poético. El pintor sensible a lo bello, pintó la transparencia.



¿Una fina jarra de agua, o un complicado jarrón de flores?. Hay objetos inclasificables. El artísta se fijó en él, y este le ofreció la delicada y fina superficie de su porcelana.






CAPITULO 2: Mimando a los objetos

Después de este sueño estuvo varios días pintando sin parar. Cogió uno a uno algunos objetos que tenía por su estudio y los fue dibujando y pintando  con mucho esmero y dedicación.Como era su costumbre les hablaba, y lo hacía hasta conseguir que los objetos también se comunicaran con él.

En un rincón del estudio estaba su antigua paleta de madera. La cogió y recordando algunos de los cuadros pintados con ella, le habló con cariño: "te agradezco que me permitieras mezclar los colores sobre ti. No se que hubiera hecho en aquel momento de no haber tenido tu superficie fina y suave para hacer mis mezclas, y...  No tienes porqué agradecerme nada-contestó la paleta- el honor fue mío al participar de tus obras. Sólo te pido que no olvides nunca todo lo que compartimos juntos.
Al acabar de pintarla, el pintor la colocó en una repisa donde pudiera verla siempre.

El siguiente objeto que pintó fue su antigua taza de cerámica. ¡cuántas bebidas calientes en aquellos inviernos lejanos!. Gracias mi querida taza, y esta sin mediar palabra se calentó transmitiéndole en las manos el calor de la amistad.


Encima de la mesa del fondo vio lleno de lápices, el pequeño jarrón azul brillante, que un día ya  lejano le regalara su hijo. Recordó las infantiles flores de papel, que completaban aquel regalo. Mientras lo pintaba, sonreía con ternura, y le parecía oír una tenue risa infantil que le resultaba muy familiar.

CAPITULO 1: Mano de pintor

Un día conocí a un pintor de cuadros que me contó que los objetos de los bodegones que él pintaba tenían una doble vida. No le entendí en aquel momento pues, para empezar, los objetos no están vivos. Bueno al menos eso era lo que yo creía. Y puesto que  a los bodegones también se les conoce como "naturalezas muertas" eso me daba más argumentos para creerlo. Lo que pasaba es que él entablaba un diálogo con sus cuadros, propiciado por la soledad y el silencio en el que se introducía cuando pintaba. 
Una noche mi amigo pintor soñó que por las venas de sus manos circulaba pintura, lo cual hacía que su sangre fuese de colores.